11 de junio de 2008

Conejillo de Indias

Hay que joderse... Ahora, con esto del libro del César Millán, a estos dos les ha dado por organizar una estricta rutina de paseos. Con lo a gusto que me quedaba yo toda la mañana en casa... Pues eso se acabó. Ahora se levantan más temprano, para darme un paseo de media hora (mínimo) antes de marcharse. Encima este paseo lo hago con el estómago vacío, porque la comida me la dan después, a modo de premio.

Luego, al mediodía, me dan otro largo paseo. Y otro más por la tarde. Y si se tercia, por la noche.

Pero no son paseos como los de siempre. Estos son una tiranía; no me dejan para a olisquear cuando me da la gana, no me dejan ir por delante. Ni siquiera se compadecen de mí cuando un perro me ladra o hace ademán de venir a por mí; se limitan a darme un tironcito con la correa cada vez que me altero, y hala, p'alante. Serán abusadores.

Sin embargo, debo reconocer que este par sabe lo que se hace. Con el cansancio físico y psicológico que conllevan esos paseos y toda esa disciplina, llego rendida a casa, sin ganas de dar la lata. Además, ¡la comida sabe mil veces mejor! Será porque me la gano a pulso. Y como ellos me dicen lo que tengo que hacer, pues me encuentro con que la vida es más relajada y fácil.

Pero antes me concedí una pequeña licencia, jiji... Estuve masticando un palitroque de madera que me encontré en la terraza, y he dejado dos vómitos de astillas bien bonitos. En la terraza, eso sí. No es cuestión de perder los modales.

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