11 de octubre de 2008

Se acabó lo que se daba

BUFFF. Parece que esta vez va en serio. Lo supe cuando ella se puso esas tapas en los oídos, y cuando él colocó su linternita sobre la mesa de noche. Y cuando el Gordo pone allí la linterna, con esa determinación, es que está dispuesto a utilizarla a toda costa.

Antes de irse a dormir, me invitaron a pasar a mi casetita. Estuve dentro unos 10 minutos después de que apagaran las luces, como suelo hacer cuando les da por inculcarme educación. Normalmente, tras los 10 minutitos de rigor, salgo y subo a la cama. Están demasiado cansados para discutir. Pero anoche no. Anoche se pusieron serios. Insistí e insistí. Cuando la Histérica no me mandaba de vuelta a la chabola, él se levantaba, linternita en ristre, y yo me metía ahí como alma que lleva el Diablo.

Hubo un instante en el que logré subirme. No avisé, de un salto me coloqué entre las piernas de ella y me hice un ovillo. No me moví. Pero me entró un ataque de hipo, seguramente por los nervios, y eso, ESO fue lo que me delató. La Histérica me cogió entre sus brazos y me envió de vuelta a mi apartamento. Y ahí me quedé ya hasta las 8:45, según ella. A esa hora volví a insistir, y ella intercedió por mí. Le preguntó al Gordo, el Gordo aceptó, y al fin pude descansar un poco entre almohadones. Pero me da que esto va a ser así a partir de ahora. Tendré que aprovechar cuando los dos se largan para disfrutar de MI cama grande.

Así es, amigos, lo bueno no dura siempre. Se acabó lo que se daba.