18 de diciembre de 2007

Crisis de los 9 meses


Ya se me cayó el dichoso colmillo de leche. Esta gente no se dio cuenta hasta días después. No les culpo; andaban liados, y siguen liados. Se marchan temprano y vuelven tarde. ¿Y qué hago yo? Aburrirme, sí señor. Les espero mordisqueando algún calcetín olvidado, pero sobre todo durmiendo. Pero ay, qué alegría cuando oigo que suben por las escaleras; entonces sí que me miman, y me vuelven loca, y me sacan enseguida a tirarme la pelota en la plaza. Y pienso que he tenido una suerte inmensa...

Aun así, echo de menos el campo. La última vez fue hace un par de semanas, cuando fuimos a ese sitio lleno de césped y de olores que no dejan descansar a mi hocico, y de gatos que quieren jugar (al menos es lo que yo entiendo cuando extienden sus zarpas hacia mí, ¡pero siempre ganan, porque corren y no hay forma de pillarlos!). Creo que se refieren a ese sitio como 'Gomera'. Hay que sufrir un rato metida en esa caja, pero merece la pena, definitivamente.

Creo que voy a tener suerte. Últimamente lo nombran mucho, 'Gomera'. Puede que tenga suerte pronto, y estos dos me lleven a ese sitio, y jueguen conmigo, y por un tiempo no me dejen sola en esta casa, donde todo cuanto puedo hacer es oír a los vecinos, dormir y comer.

¡¡Síii!! Ella acaba de decirme, con ese tonito irritante a la par que melódico: '¡Uuuuuy! ¡¡En cuatro días estaremos en La Gomera!!'

¡¡¡Síiiiiiiiiiiiii!!! La soledad se me hará más llevadera hoy.