25 de octubre de 2012

De caballos y otras bestias

No puedo dormir. Desde ayer, desde que vi a esa bestia. ¿Pueden culparme? Ustedes tampoco podrían.
Ayer todo comenzó bien. Un día prometedor por delante: la Histérica me despertó al grito de «¡Vamos al monte!». Qué feliz fui. Pero duró poco. Al rato de estar correteando, cazando piedras y persiguiendo piñas, nos topamos con un miembro de la raza canina, aunque yo me niego a considerarlo parte de mi propia raza. ¡Tremenda bestia! Juzguen ustedes. Aquí lo tienen:


Pero lo realmente aterrador era esa mirada:


¿Ven? ¿Ven cómo me está mirando? Pues resulta que la Histérica se enamoró del bicho. La cagamos. En cualquier momento se abre la puerta de casa y me la veo a lomos de ese gigante. Lobero irlandés, dicen que es. A mí me da igual qué lengua hable. Son ochenta y seis kilos. No tengo ninguna intención de entenderme con él. Menos mal que todavía puedo fiarme del Gordo, que trae algo de cordura a esta casa...

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